martes, 12 de julio de 2011

Puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta, puta....

El otro día salí con una puta, era alguien maravilloso, con su hija haciéndole la competencia en la misma zona –en unos años se unirá la nieta, todo en familia-, intenté el trío pero se negaron. Cuestión de tacañería por mi parte: pedían demasiado. Así es el mundo que habitamos: todo a la venta. No hay amor, solo adultescentes jugando a su lujuria hormonal particular. Es todo mentira, no hay salida, es demasiado tarde para muchas cosas, pero para lo malo, lo peor, lo intragable, aun es demasiado pronto.
Pensaba románticamente en tu vagina, esa que me daba paz y lucidez, nada especial ya ves tú. Sobreviviendo a estos azares, accidentes llamémosle de la existencia.

Pensaba que eras una puta, pensaba llenar un reglón entero con esa palabra pero me conformaré solo con el título. Alacenas de pensamiento que vomitaba desde mi atalaya a ras de suelo, como si solo alcoholizados llegáramos a la sinestesia, a la música deflagrando en tu psique mientras la luna suspira ante tu medianía, ¿cuando tiempo puedes esforzarte en exprimir tu mente en algo que te resulta absurdo, indiferente, estúpido y hasta insoportable a medio plazo…?
Dentro de poco iré a por otra botella a la nevera, es ahora cuando resucito, cuando la luz desaparece…solo quiero olvidar, someter el tiempo, la nausea que comienza en mi mismo y que me impide aprovechar esa absurda oportunidad de autoconciencia, como una guardería infantil llena de recuerdos claustrofóbicos. Hay mucha gente aburrida con derecho a voto y aliento a motel de carretera ahí afuera…me da miedo interaccionar con ello.

Pero a lo que iba, realmente no era una puta, era y es una compañera de trabajo. Había sido un fin de semana atroz, la echaba de menos, intentaba enguantar su beso de despedida pero ni siquiera conseguía masturbarme…empezaba a dudar de que se me pusiera dura con otra mujer. Entendía todo, era un peón sacrificado sin demasiado coste emocional: ya no me necesitaba. Entonces mi querida partenaire frisando los cuarenta, con un hijo con clases particulares de violonchelo accedió a resolver mí necesidad superficial durante unas horas.

Antes del placer, no tan placer, que me liberaría el alma agarrotada, tuve que escuchar su biografía; la típica chica gordita en su adolescencia –en la actualidad otra vigorexia que da grima.- que sufrió duras experiencias. Perder la virginidad en los bajos de una discoteca con el coño entumecido y seco no es la mejor forma. Durante mucho tiempo estuvo dudando entre la desfloración y la violación. No sé porque cojones abrió más el alma que las piernas pero esta es la información. Luego tuvo una relación a distancia, fue maravillosa, otro oligofrénico de vocación.

Todo el romanticismo desbordado –ya no queda nada- llenando los huecos que dejaban en la ducha sus dedos. Al final, después de los meses, se ven y él, en un alarde de sinceridad, la pone a cuatro patas y durante tres minutos y medio la demuestra con intensidad lo que siente por ella. Fue el cenit de su relación.


Ella se fue a vivir con él, motor de su vida. Aceptando la tontería fue una experiencia de mierda: ponía un cronometro en la cama y era el único ámbito en que se esforzaba; todo lo demás pasa por los idilios de un niño caprichoso: una porno chacha amateur resignada que empieza a fumar a escondidas y a mirar por la ventana con cierta desesperación. Le tuve que dejar enamorada me confiesa con ojos humedos de emoción. Pienso en el polvo y la pregunta de “¿el truco es putearte?” fenece en mis labios.

Al final se casa, no con este tipejo, con otro. El que le aguanta los aguaceros, el que no le replica, básicamente el tipo aburrido que le dice a todo que sí. Tienen un hijo, disfrutan de la serenidad de unos años buenos y al final se separan, todo sin demasiado dramatismo. Ser madre siempre viene bien para cubrir las necesidades de una vida vacía, como un agujero en la arena a la orilla del mar que intentas llenar con agua. La vida no es una autovía en una sola dirección, aprovecha las oportunidades, déjate llevar, es lo que me dice ahora cuando recuerda como le chupaba la polla antes de irse a trabajar. Hay cosas que no se superan nunca.

Y finalmente follamos, más por merito suyo, se abalanza sobre mi polla con ansiedad, lo cual resulta tremendamente excitante, cerramos los ojos, el motivo es indiferente, simplemente disfrutamos, tiene unas tetas pequeñas perfectas, artificiales, como son todas las que siguen altivas después de tener hijos. Su coño no es una bolsa de plástico en la que naufraga mi polla sin éxito. Ella tiene su orgasmo, cosa que me congratula, pero sigue sin funcionar. Da igual, hace un par de semanas que creo que mi futuro esta con una puta cariñosa, no creo que la cosa vaya a mejorar con el tiempo. Ella esta contenta, aun no se porque, no creo que sea mejor que ninguno de sus amantes, al menos que ellos no les gustase comer un coño, pero ahí seguimos abrazados mientras pasa su mano por mi pecho y me habla de su vida.

Pienso en mi puta particular, en que nos enamoramos de las personas equivocadas, que solo he sentido celos dos veces en mi vida y que la mayor parte del tiempo me importaba un bledo lo que sucedía. Pienso que no se trata de echar un polvo ni de vanidad, sino de compartir algo, de decir “te amo” o “te quiero” de una forma natural, no se trata solo de evocar, se trata de abrirse y dar la posibilidad a la otra persona de hacerte daño, de joderte la vida, y en el proceso tener algo de suerte y encontrar un instante de felicidad.
Y poco más. Game over

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